viernes, 29 de abril de 2011

EL CANCER DE LA APOSTASÍA.


Como todos sabemos el cáncer a nivel médico es una de las enfermedades más devastadoras de la especie humana, incurable en sus etapas avanzadas, constituye una de las maneras más terrible y dolorosa de ver morir a una persona.
A nivel espiritual, la iglesia, que es el cuerpo de Cristo, ha estado expuesta por mucho tiempo a virus diversos que la han contaminado y la han postrado en una enfermedad espiritual que bien pudiera compararse al cáncer más mortífero. Uno de esos virus es la apostasía.
La apostasía ha estado presente durante el paso de los tiempos merodeando la iglesia, al principio externamente, como ya lo advertían los escritos de los padres de la iglesia:
“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina.
Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado.” II Pedro 2:1-2

Variadas formas de apostasía han invadido la iglesia durante su supervivencia a través de los siglos, la cual actuando como veneno mortal, como agente cancerígeno, ha ido dañado y envenenando la fe pura que fue dada una vez a los santos. (Judas 3)
Nuestros hermanos de la iglesia primitiva sufrieron hasta el martirio a fin de legarnos el Evangelio puro de Jesucristo, a ellos les tocó vivir tiempos de persecución terribles, no obstante, en ningún otro periodo de la iglesia ésta se mantuvo más pura, doctrinalmente hablando.
A nosotros nos ha tocado vivir tiempos de terrible y descarada apostasía, lo terrible del caso es que esta se cobija con la manta de la religiosidad.
Anteriormente, cuando hablábamos de apostasía, nos venía a la mente aquel que habiendo conocido al Señor, se había vuelto al mundo. ¡Qué ingenuidad la nuestra! Porque la verdad, no existe apostasía más horrible que aquella que se disfraza de “cristiana” por cuanto suele arrastrar a los incautos, los indoctos, los negligentes espirituales, aquellos que siempre están pidiendo a los demás que oren por ellos, como si ellos estuviesen incapacitados para hacerlo o como si Dios a ellos no les escuchase. Esa es pereza, pesadez espiritual, falta de apetito por las cosas espirituales… ¿Para qué orar?, si para eso tenemos al pastor, para eso le pagamos su salario, para que ore y vea por nosotros… ¿Para qué leer la Biblia? si para eso tenemos a los maestros, que ellos se quemen las pestañas estudiando sus lecciones mientras nosotros nos pasamos horas enteras frente al aparato de televisión, usando el control remoto con una pericia que revela lo habituados que estamos a este nulo estilo de vida, el cual, dicho sea de paso, no revela otra cosa sino otra forma de apostasía y alejamiento de las cosas de Dios.
De esta manera los incautos son arrastrados por las multitudes que suelen atraer estos maestros del engaño y del error, expertos en manipulación, logran trasquilar al rebaño del Señor con un descaro y un cinismo que indigna. Ya lo revelaba el apóstol Pedro, que las intenciones de estos “iluminados” no eran otras que hacer mercadería con la fe:
“Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme” II Pedro 2:3

Como ya lo dije, resulta indignante escuchar como asaltan en despoblado a las ovejas incautas que caen en sus garras, da tristeza, pero aquí, en Chile no podemos prender algunas radios cristianas nacionales sin que escuchemos el ya trillado mensaje de prosperidad; eso sí, adornado con nuevos recursos y variados textos extraídos de aquí y de allá.
Francamente, yo ya dejé de escuchar radios cristianas, porque por aquí están monopolizadas por unos auto nombrados “apóstoles” de esos que abundan en nuestros días y que están surgiendo como moscas al pastel. La comparación resulta repugnante. Mis disculpas para las moscas.
La última vez que escuché una radio cristiana, estaba un susodicho apóstol “ministrando” e invitando a sus oyentes a que “sembraran” en su ministerio, (esta frase se ha convertido en la favorita y la más socorrida de estos mercaderes de la fe) cuando de pronto entró una llamada telefónica; se trataba de una mujer que llorando pedía oración por ella, por su vida espiritual y por un trabajo porque estaba sin trabajo así como por su esposo que estaba en la cárcel…
Ella fue interrumpida por el “apóstol” para preguntarle si iba a enviar su “siembra” para el susodicho ministerio, la hermana contestó que sí y enseguida el “apóstol” con la codicia en la voz, le aclaró que debían ser tres envíos por cuanto ella había presentado tres necesidades. Apagué la radio sintiéndome indignado por semejante descaro y falta de sensibilidad a la necesidad ajena, y no la he vuelto a prender. Recordé lo que escribiera cierto autor cristiano, al respecto de la corrupción en la que suelen caer estos “ministros” en su afán de riqueza y poder:
“No hay olor tan desagradable como el que se desprende de la bondad corrompida, y pocas cosas hay que corrompan nuestra bondad como la avaricia, el deseo de popularidad y el sentimiento de éxtasis que se deriva cuando ejercemos poder sobre aquellos que nos entregan su adoración idolátrica. Cuando nuestros motivos son los incorrectos, nuestro ministerio está errado y las consecuencias para nosotros, nuestros seguidores y la iglesia entera, son trágicas.”
Resulta alarmante cómo este cáncer ha cundido en el cuerpo de Cristo sin que muchos de nosotros hagamos nada para impedirlo. Admiro la labor de los siervos que levantan su voz para denunciar a estos lobos disfrazados de ovejas y que advierten al pueblo del peligro que les acecha.
Como educador cristiano mi preocupación siempre fue de nutrir al pueblo con la palabra de Dios y nunca me gustó polemizar, ni fue mi estilo nunca rebatir, descalificar o denunciar lo que otros “ministros” estaban haciendo. Me consolaba diciendo que ellos darían cuenta a Dios de lo que hacían. Sin embargo, Dios me abrió los ojos y me hizo el siguiente cuestionamiento:
“Si yo te pusiera a que cuidaras parte de mi rebaño y estando tu al cuidado de él, de pronto ves venir a un animal feroz y observas como las ovejas son atacadas y despedazadas, ¿Te quedarías de brazos cruzados?”
Aquello me despertó a la realidad de que no debo continuar callando, porque de otra manera yo mismo sería cómplice con mi silencio. De manera que ya no callaré, hablaré abiertamente al pueblo, denunciaré el error, me opondré a todo viento nuevo de doctrina que no armonice con el verdadero Evangelio de Jesucristo.

Y para muestra tenemos muchos botones, como dicen en mi tierra, en los llamados “aparecidos” que han venido surgiendo del anonimato al estrellato, porque ahora resulta que estos “súper ungidos” están pensando en cambiar no solo la manera de cómo la iglesia opera internamente, sino hasta la forma de gobierno que hasta hoy la iglesia había tenido. Tal pareciera que estos señores andan en busca de poder. Pero no de poder de Dios, del cual se autoproclaman poseedores exclusivos, sino del poder que encumbra, aquel que Satanás le ofreciera al Señor como uno de sus recursos para hacerle caer en el monte de la tentación.
“Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.” Mateo 4:8
(continuará)

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