domingo, 15 de febrero de 2009

Los sordos también oyen.


Los buses rugen en la ciudad, echando su mugre por el aire. Los vendedores llaman a los caminantes, garantizando el mejor precio. Un avión vuela arriba, rayando el cielo con una pincelada de tiza blanca, con silbido remoto pero audible. El pito del carabinero rompe toda distracción, mientras señala que todos paren o caminen, según su discreción. Parlantes de alta potencia sacuden las paredes de un hogar que parece discoteca y la sirena de una ambulancia deja recuerdo audible de que en este mundo algunos disfrutan mientras otros sufren. El bombardeo de sonidos a veces nos cansa y anhelamos una caminata larga en un bosque, una orilla de playa o en un parque. Pero, ¿cuál es la alternativa? Creo que confrontados con la facultad de oír o ser sordo, todos escogeremos el poder oír.
Todos los sentidos que Dios ha creado forman parte de un hermoso conjunto de habilidades para que el hombre exprese lo mejor de su humanidad y su lugar como mayordomo de Dios en este mundo. En cuanto al oído, parece que Dios le había dado a Adán en forma audible sus primeros mandamientos. Y sin duda lo primero que Eva oyó en este mundo fue la exclamación de sorpresa y alegría de su marido, ¡ya no cargado de sueño al verla!
Con el oído Adán oyó la voz de Dios, entregándole su misión emocionante como mayordomo del Creador de este mundo. Con el oído Eva escuchó a Adán relatarle como nombró los animales, y como no había encontrado ninguna pareja entre ellos. Con el oído Eva podía escuchar el susurro de su marido: “te amo”.
Pero fue con el oído que Eva también escuchó palabras engañosas emitidas por la lengua partida de la serpiente. Fue por el oído que Adán escuchó el consejo erróneo de su esposa y comió el fruto prohibido. Y fue con el oído que tanto Adán y Eva oyeron con terror las maldiciones de Dios sobre ellos y su expulsión del huerto del edén para siempre. Desde ese día ha existido un defecto en nuestro órgano de oído…no tanto en el sentido físico, sino en conexión con el corazón. Las palabras de Dios siguen siendo emitidas. Dios no ha dejado este mundo desprovisto de su palabra. Y las palabras de cariño, amor y apoyo siguen siendo habladas entre los hombres. Pero nuestro corazón perverso y engañoso ahora tuerce las palabras de Dios y de hombre, a veces rechazando del todo cada una, a veces haciendo burla de ellas.
En el Antiguo testamento, Dios denuncia la “sordera” de Israel, no que no podían oír sonidos y palabras, sino que no oían ni escuchaban la voz de sus profetas. Ya que no querían escuchar la voz de Dios, Dios les quitaría la facultad de oírle y como castigo promete hablarles en otro idioma que no entenderían. (el idioma del opresor ¡Asiria! Ver Isaías 28:11-13).
Jesús, años mas tarde, repite la misma denuncia contra aquellos que lo tenían al frente, le podían oír todos los días, pero torcían y rechazaban lo que decía. Dijo que sus parábolas servirían tanto para crear fe, como para endurecer: “Para que viendo no vean y oyendo no oigan” (Mateo 13:13)
En este contexto encontramos en dos ocasiones que le traen a Jesús personas que el demonio había hecho sordas. ¡Qué casualidad! Precisamente cuando el hijo de Dios camina la tierra anunciando libertad a los que están bajo el dominio del maligno, Satanás bloquea la facultad de oír. ¿podría lograr sus planes malévolos para estas personas? ¿podría mantenerlas atrapadas el tiempo suficiente para que nunca oyeran el evangelio? Parecía que sí. ¿Quién podía sanar un sordo? Nadie había hecho eso. La causa parecía estar perdida. Los propios discípulos de Jesús, quienes habían expulsado demonios y quienes habían hecho proezas para su maestro, no pudieron con este caso.
Pero, el que creó las facultades del hombre, ¿no podrá liberarlas? El que creó el oído, ¿no podrá abrirlo? Dios había profetizado por medio del profeta: “En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas. Entonces los humildes crecerán en alegría en Jehová y aun los más pobres de los hombres se gozarán en el Santo de Israel” (Isaías 29:18-19)
La sanidad de los sordos era mucho más que otro milagro. La sanidad de los sordos señalaba en forma pujante que Jesús había invadido este mundo para hacer oír su voz. Su palabra tendría el poder de penetrar la condición más imposible del corazón humano y de cambiarla.
¿Qué es la sordera moderna? Me pregunto si el deseo de estar siempre bombardeado por ruido, música, la televisión, etc.¿no será una forma de huir de la voz de Dios y de la voz de nuestra conciencia? Muchas personas aborrecen el silencio. ¿Cuál miedo nos agobia que huimos de contemplar la palabra de Dios en silencio? Creo que un análisis de nuestra sociedad encontraría en muchas personas el deseo consiente de ser “sordas”. De allí la creación del bombardeo bullicioso de los medios masivos.
Pero creo que encontramos otra sordera entre los mismos cristianos, que debe ser “sanada” con urgencia. Urge un exorcismo del demonio de la sordera entre los que se llaman “hijos de Dios” y la prueba de ello es que “oyen” muchas palabras bíblicas , pero no son “hacedores” de la Palabra. Jesús dijo que sus discípulos son aquellos que oyen y siguen. Santiago nos insta a ser no sólo “oidores” sino hacedores de la palabra de Dios. La Biblia conoce muy bien la sordera espiritual que practicaban los fariseos. Los datos que yo tengo y los sondeos que he hecho, demuestran que no existe casi ninguna diferencia entre cristianos y no cristianos en las siguientes áreas: la mentira, el chisme, la fornicación entre adolescentes, el uso de la pornografía y el engaño al conyugue. Quiere decir que nuestras iglesias están llenas, pero llenas de sordos.
Pero el problema se agrava más, entre más lo examinamos. El problema de sordera espiritual no es problema que emana de las bancas, sino de los mismos púlpitos. En muchas religiones, sectas, denominaciones o como usted las llame, se han descubierto liderazgos mentirosos, divisionistas, fornicarios, orgullosos, ladrones y engañadores. Esta sordera espiritual ha contribuido en forma poderosa para castrar al pueblo de Dios de su fuerza hoy, a tal grado que hoy muchos se ríen de nuestro mensaje, como si fuéramos unos sordomudos intentando decir algo inteligente sin la capacidad de hacerlo. Somos irrelevantes, casi chistosos o bien patéticos engañando a nadie sino a nosotros mismos.
Ni los payasos toman en serio sus juegos sino que se ríen, pero esta clase de “cristinos”, perdón, cristianos parecen disfrutar este pasatiempo de “payaso religioso”, denunciando con toda seriedad en un lugar lo que salen a disfrutar corriendo al día siguiente. A raíz de esto muchas iglesias se han rendido y sus cultos colaboran para crear más sordera espiritual con una atmósfera más de discoteca que otra cosa y la ausencia casi en absoluto de alguna presentación seria de la Biblia. Ahora, con “la super gracia de Dios” ya no existe el dilema de tratar de cambiar nuestras vidas, sino podemos entregarnos a las pasiones de la carne asegurados que no contaminan el alma.
Sólo un exorcismo pudo librar al sordo atrapado por el poder de Satanás. Tal vez nuestra condición es peor de lo que nos imaginábamos. Los consejos amables con palmaditas en la espalda no lograrán ese exorcismo. Sólo una palabra autoritativa del Maestro lo puede hacer. Esa palabra tiene que oírse primero en nuestro corazón, arrancando la sordera de lo profundo de nuestra alma, quebrantando toda rebeldía. Sólo entonces podremos afirmar: “Los sordos también oyen”.

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