La
vida… para muchos de nosotros es tan complicada. Todos tenemos nuestra propia
perspectiva de la vida. Ella comienza con amor, demanda amor y siempre busca
amor; tan hermoso, tan sencillo, aunque tan difícil de comprender para
nosotros.
Arrastrándose
dentro del límite de aquellas cuatro paredes, rodeado de papá, mamá y otros
miembros de la familia, cuán felices éramos. Cuán entusiasmados solíamos estar
viendo las cómicas en TV, recibiendo juguetes, comiendo chocolate, etc.
Con
una frontera ampliada en la vida y con más amigos a nuestros alrededor, ¡se
supone que deberíamos ser aún más felices! Pero, ¿realmente lo somos?
Antes
de que desarrollásemos sistemas de educación, buenos medios de transporte y
comunicación, etc., éramos felices. Pero ahora, con todos estos avances, ¿por
qué no podemos ser felices?
Tenemos
la habilidad y tecnología para alcanzar el espacio exterior… y sin embargo no
podemos desarrollar una tecnología para traer una sonrisa al rostro de alguien.
Las necesidades y quereres nos impulsan hacia todos estos descubrimientos y nos
llevan hacia el lujo. Estos son los mismos quereres que, en un extremo, se
convierten en deseos… deseos ilimitados en los que nos ahogamos.
Nos
estamos ahogando deseando más amor, más lujo, más comodidad y más éxito.
Hemos
acumulado vastos conocimientos aunque fallamos en comprender la sencilla verdad
de la vida: la vida es una travesía y tenemos que aceptar todo lo que nos sale
al encuentro. La única manera de sonreír es aceptar lo que somos y lo que
tenemos… nunca correr y lamentarnos por lo que no tenemos